Es la tercera entrega de Cuentos de Navidad.
En esta ocasión podremos disfrutar de narraciones más elaboradas formalmente.
La mayoría trata el asunto de manera similar a la de un alumno de doce años; de hecho, en todos se respira el mismo sentimiento sincero de "buenos deseos"; todos se ven con la responsabilidad de ayudar para conseguir un mundo un "poquito" mejor.
Algunos de ellos son:
CUENTO 1º
MANUELA: EL QUERER NO ENTIENDE A RAZONES
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Imagen tomada de
MªAngeles Aznar Medina
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Era un día
feliz bajo las ventanas, la nieve caía helando la calle e impidiendo el paso de
los automóviles por las frías calles. Elena se sentía la mujer más hermosa del
planeta, junto a un príncipe azul preparaba el salón dando a ver lo hermoso de
esas fiestas. Eduardo encendía el fuego mientras, de reojo, miraba la tan
maravillosa fortuna de la que se enorgullecía. Los dos eran pareja desde hace
mucho tiempo, se conocían desde pequeños, ya que siempre habían sido vecinos,
hace ya varias generaciones. Pero un día surgió, un primer beso que cambió el
futuro de aquellas dos personas mágicas como la pura nieve que va cayendo de
forma impredecible, como un arco iris que aparece en el cielo después de un por
qué maravilloso, porque ese primer beso los unió en uno y aún se mantenían
fundidos en aquella pasión.
Eran jóvenes
y emprendedores, vivían juntos desde hace unos meses en los que él se lo pidió
por su cumpleaños, y le dio esa tan grata sorpresa. Ella viajaba todos los días
a la ciudad para asistir a la universidad, en el pueblo trabajaba ayudando a
sus padres en el negocio familiar. Eduardo empezó a estudiar un curso
formativo, pero no pudo continuar,
porque necesitaba el dinero para poder construir la casa, por ello
trabajaba como pintor. Hacía maravillosas obras en todo tipo de superficies, él
solo pintó su casa, con sus propias manos, siempre ayudado por su fiel
compañera.
En sus
tiempos libres le encantaba ir a ver a su pequeño tesoro, su hermana Manuela.
Fue una sorpresa para todos creer que su madre con la edad que tenía pudiese
quedarse embarazada, pero todos estaban encantados con ella, trajo la alegría a
la casa y como la benjanmina de la familia, la más mimada. A nadie le suponía
un problema que la chica tuviese síndrome de Down, es más les encantaba verla
jugar y sobretodo en aquellas fechas. Siempre estaba con su preferido, Eduardo.
Elena y él habían pensado muchas veces en tener hijos, pero no se atrevían
porque todavía Elena no había terminado la carrera y pensaban que eran jóvenes
para tener hijos, además antes debían casarse como tradición en su pueblo.
-
Cariño, ya he llegado. ¿Cómo estás?
-
Hola. – la miró y la vio tan hermosa como siempre. – Te
estaba esperando, tengo que contarte una cosa muy importante.
-
¿Si? Y ¿qué es esa cosa?
-
Ven, mira. – le tapó los ojos y la guió hasta un
impresionante dormitorio. - ¿Qué te parece?
Le destapó
los ojos con delicadeza, y se quedó asombrada.
-
Pero, esto es magnífico, impresionante, ¿a qué se debe?
-
A que estamos en Navidad, se hacen cosas caritativas y
se dan sorpresas, ¿no es así?
-
Sí, pero no imaginaba que fueras a hacer esto. De
verdad, muchísimas gracias. – sus palabras muestran el reflejo de una sorpresa
inesperada, y es que Elena no imaginaba que Eduardo pudiese hacer esa grandiosa
obra de arte, pues, la habitación estaba totalmente pintada de rosa, tenía
muchísimas líneas serpenteantes que seguían a unas mariposas moradas que volaban
en busca de una gran y gigantesca foto de Elena, Eduardo y Manuela. Los tres
salen sonriendo en la nieve, todos abrigados y sonrientes. La foto es de un
viaje que hicieron las navidades pasadas a la montaña.
-
Verás la sorpresa que se va a llevar Manuela cuando lo vea, se lo enseñamos para el día de
los reyes, ¿no?
-
Sí, sí claro. Es que es precioso, ¿cuándo has hecho
todo esto?
-
Cuando te marchabas a la universidad, después cuando
estabas en casa no te dejaba entrar por eso. He pensado que esta será la
sorpresa para Manuela para estas navidades.
-
Sí, seguro que le encanta.
Estuvieron,
toda la tarde eligiendo, cada detalle de la nueva habitación de Manuela, y es
que la pequeña está más tiempo en la casa de Eduardo que en la propia suya, por
eso habían pensado en eso. Peluches, ropa nueva, juguetes, marcos para las
fotos, todo era imprescindible. Y es que solo imaginando la sonrisa chispeante
de alegría de aquel cielo rebosando luz, se les iluminaba a ellos mismos la
cara.
Salían del
centro comercial de la ciudad y empezaba a nevar, siempre la misma historia. No
se atrevían a coger el coche, pero finalmente, así fue. No se veía nada por la
carretera e iban con todo el cuidado posible para no tener ningún accidente.
Pero, no todos llevaban el mismo cuidado.
-
¡No!
El coche dio
una vuelta de ciento ochenta grados, y chocó con el badén hasta salir de la
curva. Elena se dio un golpe fuerte en la cabeza y quedó inconsciente. Eduardo
la miró preocupado y perdió el control del coche, resbalando por la nieve, se
estrellaron en el suelo.
- Vamos,
vamos. Daos prisa, hemos tardado mucho.
- Dani, trae
las camillas. Luis, sácalos del coche y mira si están vivos.
La ambulancia
llegó lo más rápido que pudo y se los llevaron al hospital. Llamaron a los
familiares, y todos fueron a visitarlos. Los doctores pasaban corriendo y sin
dar respuesta a ninguno de ellos, las enfermeras al igual, pasaban y sin decir
nada seguían su camino.
Finalmente,
una de ellas se les acercó y les informó de que Elena estaba en estado de coma,
ya que el fuerte golpe que recibió en el accidente dejo incapacitada una parte
de su cerebro, después solo tenía lesiones leves, lo contrario que su pareja. Y
es que, Eduardo, tenía fracturadas una de las cervicales, una costilla y el
brazo con el que llevaba el volante. Todos estaban dispuestos a esperar el
tiempo que hiciese falta, solo querían estar en casa, juntos, en la chimenea
cantando villancicos. Era Navidad, no es posible que en estas fechas ocurrieran
tantas desgracias, se dan noticias buenas, alegres y que te hagan sonreír.
Estaban que no daban crédito a lo que escuchaban.
Pasaron los
días, Eduardo estaba mejorando, pero no se marchaba del hospital, le pidió a
las enfermeras que lo dejasen en la misma habitación de Elena, no quería
separarse de ella. Pensar que jamás estaría sin ella, que no podría disfrutar
más de sus sonrisas, ni de sus despertares ni abrazos, tan solo todo eso le
derrumbaba.
Pasaron la
nochebuena en el hospital, todos junto a Elena, la chica de la sonrisa perfecta
y los ojos encantadores, verdes y brillantes
como los mismos luceros que alumbran la noche. Parecía mentira que
todavía no despertase, que no se moviese ni pronunciara palabra alguna, no
parecía real. Eduardo le pidió explicaciones al doctor, pero este no era capaz
de decir más de lo que había informado. Solo se limitaba a constatar que se iba
recuperando progresivamente, pero si todos no estaban con ella en esos momentos
sería más difícil.
Y entonces,
pasa. Llega un momento en el que algo te da la seguridad de que todo va a
volver a su cauce, de que yendo por el camino correcto, uno puede volver a ser
el de antes, y entonces, sigue luchando, hasta el final, pensando que todo
puede guiarse por un sueño: la navidad hará de este sufrimiento una esperanza y
de la esperanza, la ilusión y finalmente todo ello se hará realidad, porque
sino esto no tendría sentido, no. Entonces, Eduardo, sigue hacia delante y el
día menos esperado, se encuentra ante ella, los dos solos, contándole todo lo
que tenía pensado hacer cuando estuviesen juntos, cuando ella estuviese a su
lado, como la primera vez que estuvieron hablando, como la primera vez en la
que vieron que estaban hechos el uno para el otro, como en esa primera vez, en
la que se besaron y cuando él se apartó, ella despertó de ese maravilloso
sueño.
- ¿Elena?,
¿Elena? ¡Elena! ¡OH, Dios! ¡Elena! Has despertado, ¿cómo estás?, enfermera,
enfermera, avise al doctor, Elena ha despertado. – y con dos lágrimas en los
ojos se fue hacia ella y la abrazó con el mayor de sus cuidados y con toda la
felicidad del mundo, porque su querida estaba de vuelta. - ¿Estás bien? Te
hemos estado visitando todo este tiempo, y no me he separado de ti jamás, te
quiero.
- Hola, -
dijo ella con voz tranquila y dormida. - ¿qué pasa? ¿Dónde estoy? Me duele la
cabeza, - pronunciaba Elena con toda la tranquilidad que siempre le ha
caracterizado y con toda la inseguridad e incertidumbre del mundo.
- Shh, no
debería haberte hecho tantas preguntas, tranquila. Estás en el hospital, el
doctor va a venir a hacerte la revisión, tranquila todo irá bien, te quiero.
- Vale, de
acuerdo, pero después me explicas lo que está pasando. – incertidumbre,
inseguridad, tranquilidad al mismo tiempo. Sí, es mi Elena. Ha vuelto, esta
conmigo y se va a recuperar. Pensó Eduardo.
El doctor,
pronto terminó su revisión, les informó que todo estaba en orden, que tendría
que permanecer un poco más en el hospital, pero después podría macharse a casa
y estar en reposo, hasta que se recupere del todo.
En ese tiempo
recibió muchas visitas, todos estaban deseando saber como estaban y le
regalaron muchas cosas nuevas para la casa y para ella. Manuela, estuvo con
ella todos los días, cuidándola muchísimo, siempre a su disposición.
Para
Nochevieja, estaba muy feliz, pero no recuperada, todavía sufría pesadillas por
las noches o se quedaba muchas veces en silencio, sin responder a nadie y otras
llegaba incluso a desmayarse. Esa noche cenaron todos juntos, y aunque Elena no
estuviese recuperada, estaba feliz y por eso todos lo estaban, también solo por
ella. Cantaron villancicos, se disfrazaron y contaros anécdotas pasadas.
Felices como siempre en un ámbito navideño. Cuando la noche terminó, Manuela
quería dormir con Eduardo, pero como la sorpresa todavía no estaba terminada,
tuvo que dormir con sus padres.
Por fin, el
gran día. Seis de Enero, las cabalgatas por el pueblo repartían juguetes y
caramelos para todos. Manuela gritaba y daba saltos de alegría, siempre con su
sonrisa en esa boca radiante de paz y amor. Después de estar toda una tarde
recogiendo todo lo que tiraban los reyes, llegaron a casa de Eduardo. Allí
todos abrieron sus regalos. Cada uno sorprendido de todo lo que habían
recibido. Manuela, también se sorprendió mucho, pero lo que más le inquietó fue
no ver a Elena por ninguna parte. Entonces, Eduardo la guió hasta una
habitación con unas letras muy divertidas en la puerta y cuando la abrió se
sorprendió aún más. Se encontró a Elena esperándola con los brazos abiertos,
con un regalito en la mano. Se fue directa hacia ella y la abrazó lo más fuerte
que pudo, después abrió el regalito y vio que era un gran cofre de las
princesitas, lo abrió y vio muchísimas fotos de todos ellos en el viaje a la
nieve. Y por último se encontró con una ecografía, entonces preguntó lo que era
esa foto tan oscura, y Elena le explicó ante todos, que esa era la primera foto
del bebé que llevaba dentro, en la pancita. Y Manuela se puso muy contenta,
porque ella deseaba que su hermanito y su tía tuvieran un hijo, porque ella iba
a ser su hermanita mayor y lo cuidaría mucho. Eduardo, al escuchar esas
palabras, se quedó aún más sorprendido, y corrió a abrazarla, iba a ser padre
por primer vez y estaba deseando tenerlo en sus brazos, porque iban a formar
una familia muy grande y unida, y sobretodo, feliz, muy feliz. Entonces,
Eduardo se decidió y ante todos le pidió matrimonio a Elena, y esta asombrada,
afirmó con toda seguridad del mundo. Todos felices, el sueño que tanto habían
esperado, durante todas esas semanas en las que no se sentían a gusto con todo
lo que les estaba pasando.
Al final,
todos acabaron contentos, porque iban a formar una familia más grande y además,
todos juntos y sanos. Ahí es donde se demuestra que las familias siempre han de
estar unidas, y sobretodo en los malos momentos, porque lo más bonito que hay
en esta vida es saber que estás rodeada de personas, que de verdad te quieren y
te necesitan. Pasen unas felices fiestas y quiéranse muchos entre todos.
Ángela Jiménez Solís (3º A)
CUENTO 2º
Era
una noche oscura y nublada, apenas se veía la luna, pero todos
estábamos felices porque era Noche Buena, toda la familia
estaba sentada alrededor de la mesa comiendo el sabroso estofado de
la abuela, ella decía:
-Es
secreto de familia.
Todos
estábamos contentos; sin embargo, mi padre estaba preocupado,
éste año con la crisis no pudo comprar tan buenos
regalos como otros años, yo pedí una consola y mi
hermana una bici, pero tan solo pudo comprar unos Cds para mí, y una
muñeca y un libro para mi hermana, yo no sabía nada, si
lo hubiera sabido me hubiera enojado, a los 10 años se es muy
egocéntrico.Pero
lo que no sabíamos ni yo ni mi padre, es que eso no sería
un problema.
Cuando
todos acabamos de comer nos fuimos a la cama y nos acostamos
esperando los regalos para el siguiente día, pero yo no pude
soportar la emoción, a eso de las cinco me levante impaciente,
pero vi algo que no me esperaba, una silueta se apresuraba a meter
todo lo que encontraba en una bolsa de basura, yo creí que
era Papá Noel y me alegré mucho de poderlo ver, así
que sin pensarlo me acerqué a él, parecía mas
escuálido que en las imágenes, su traje no era rojo y
no llevaba de barba más que lo que queda después de dos
días sin afeitarte; no me fijé en esos detalles sin
importancia y fui a por él, le pegué un tirón de
la chaqueta y le dije:
-¡Te
pillé!
Él
me miró con una mezcla de miedo y furia, pero cuando me vio se relajó
un poco:
-Tranquilo...
solo soy Papá Noel
-¡Lo
sé!- respondí con entusiasmo
-Pues
vete a la cama o no te dejaré nada- me respondió
dulcemente
-Pero...
te llevas las cosas en vez de dejarlas- le dije con mi inocencia
infantil
-¿Dani?
¿Con quien hablas?- mi padre me llamaba desde arriba
-Oye,
oye, te la dejo todo bajo el árbol ves- dijo asustado mientras
dejaba cinco bolsas que contenían más de la que había
intentado coger de mi casa.
-Pero
espera...- le dije
-No,
tengo mucha prisa- me dijo y se fue saltando por la azotea que
dejábamos abierta.
Al
día siguiente la familia entera no salía de su asombro,
pero yo preferí no decir nada para que fuera aún más
sorprendente.
Papá
Noel no tiene siempre la forma que nosotros pensamos, a veces es
simplemente un familiar o alguien con quien nos cruzamos por la
calle, lo importante es disfrutar de lo que nos ofrecen.
MANUEL JESÚS CÓRDOBA (4º ESO B)
CUENTO 3º
Parece difícil imaginar la Navidad sin color, pero más extraño aún es que sea imaginada de esta manera por una joven.
He aquí un cuento con final desgraciado. Esto es lo que lo convierte en un relato original.
¡DISFRÚTENLO!
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EL
SECRETO DE LA NOCHEBUENA
Cada
noche notaba esa presencia alrededor de mi salón. Entraba el aire
desde una puerta hacía la otra y comenzaban a moverse las cortinas.
En esos momentos me entraba un gran escalofrío que no sabría como
describir. Me quedaba quieta intentando ver qué ocurría, pero, tras
varios minutos esperando, todo volvía a la normalidad.
Al
principio trataba de esconderme y cerraba fuertemente los ojos
asustada, hasta que un día encontré un libro que estaba guardado
en un viejo cajón de mi estantería, se titulaba El secreto de la
Nochebuena, sin dudarlo comencé a leerlo pero no entendía nada,
pues estaba escrito en latín y no era un idioma que dominara
demasiado. Así que consulté el gran diccionario de mi abuelo, pero
no me ayudó lo suficiente.
Tras
varios días de intentar traducir miles de palabras me di cuenta que
aquel misterioso libro estaba dividido en dos partes de las cuales
una estaba escrita en castellano.
Poco
a poco iba descubriendo que aquel libro tenía algo que ver con la
extraña presencia que se aparecía cada año en las noches buenas, y
fue ahí cuando entendí que aquello podría ser algo parecido a un
fantasma o algo fuera de lo normal así que me asusté mucho y dejé
por finalizado el misterioso asunto.
Pasó
un largo año demasiado sacrificado para una niña de tan solo 15
años, pues mi abuela enfermó y apenas tenía tiempo de ir al
instituto así que abandoné los estudios y decidí cuidar de mi
abuela.
Volvieron
de nuevo aquellas Navidades y en especial aquel día de Nochebuena
donde mi abuela murió.
Mi
familia decidió no celebrar la Nochebuena y por ello me fui a dormir
muy temprano. De pronto se abrieron las puertas y vi como las
cortinas de mi cuarto se movían, una extraña criatura se desplazaba
lentamente sobre mi espalda y un sudor frío me recorrió el cuerpo.
Miré
hacia detrás y sobre el espejo se reflejó una pequeña niña de
ojos azules y cabello negro, me miró asustada, sobre sus mejillas
caían miles de lágrimas y con voz aguda me dijo que era la única
que sabía el secreto de la Nochebuena y decidió contármelo, decía
que había sufrido mucho en su vida, en especial cada navidad, donde
tras la ventana de su cuarto veía como todos celebraban la navidad
con árboles, adornos, grandes mesas llenas de comida, regalos y
junto a toda su familia cantaban villancicos. Pero cuando miraba a su
casa un gran silencio recorría cada pasillo de aquella casa parecida
a una chabola, solo podía recordar a su padre encerrado en la
cárcel y no podía evitar odiar la navidad, así que se suicidó y
pidió un deseo, que cada Nochebuena una persona muriera para que
poco a poco todo el mundo pudiera odiar la navidad como lo hacia ella.
Ahí fue cuando comprendí por qué mi abuela había muerto y con
todo mi odio rompí aquel espejo donde se reflejaba aquella cara
triste y sin ilusión de esa pequeña niña que nunca pudo saber lo
que era una familia unida y reunida en un día de Nochebuena .
CONCHI MUÑOZ (4º ESO B)