viernes, 9 de diciembre de 2011

CUENTOS DE NAVIDAD III

Es la tercera entrega de Cuentos de Navidad. 

En esta ocasión podremos disfrutar de narraciones más elaboradas formalmente.
La mayoría trata el asunto de manera similar a la de un alumno de doce años; de hecho, en todos se respira el mismo sentimiento sincero de "buenos deseos"; todos se ven con la responsabilidad de ayudar para conseguir un mundo un "poquito" mejor.

Algunos de ellos son:

CUENTO 1º
MANUELA:  EL QUERER NO ENTIENDE A RAZONES
Imagen tomada de
MªAngeles Aznar Medina

Era un día feliz bajo las ventanas, la nieve caía helando la calle e impidiendo el paso de los automóviles por las frías calles. Elena se sentía la mujer más hermosa del planeta, junto a un príncipe azul preparaba el salón dando a ver lo hermoso de esas fiestas. Eduardo encendía el fuego mientras, de reojo, miraba la tan maravillosa fortuna de la que se enorgullecía. Los dos eran pareja desde hace mucho tiempo, se conocían desde pequeños, ya que siempre habían sido vecinos, hace ya varias generaciones. Pero un día surgió, un primer beso que cambió el futuro de aquellas dos personas mágicas como la pura nieve que va cayendo de forma impredecible, como un arco iris que aparece en el cielo después de un por qué maravilloso, porque ese primer beso los unió en uno y aún se mantenían fundidos en aquella pasión.

Eran jóvenes y emprendedores, vivían juntos desde hace unos meses en los que él se lo pidió por su cumpleaños, y le dio esa tan grata sorpresa. Ella viajaba todos los días a la ciudad para asistir a la universidad, en el pueblo trabajaba ayudando a sus padres en el negocio familiar. Eduardo empezó a estudiar un curso formativo, pero no pudo continuar,  porque necesitaba el dinero para poder construir la casa, por ello trabajaba como pintor. Hacía maravillosas obras en todo tipo de superficies, él solo pintó su casa, con sus propias manos, siempre ayudado por su fiel compañera.

En sus tiempos libres le encantaba ir a ver a su pequeño tesoro, su hermana Manuela. Fue una sorpresa para todos creer que su madre con la edad que tenía pudiese quedarse embarazada, pero todos estaban encantados con ella, trajo la alegría a la casa y como la benjanmina de la familia, la más mimada. A nadie le suponía un problema que la chica tuviese síndrome de Down, es más les encantaba verla jugar y sobretodo en aquellas fechas. Siempre estaba con su preferido, Eduardo. Elena y él habían pensado muchas veces en tener hijos, pero no se atrevían porque todavía Elena no había terminado la carrera y pensaban que eran jóvenes para tener hijos, además antes debían casarse como tradición en su pueblo.

-         Cariño, ya he llegado. ¿Cómo estás?

-         Hola. – la miró y la vio tan hermosa como siempre. – Te estaba esperando, tengo que contarte una cosa muy importante.

-         ¿Si? Y ¿qué es esa cosa?

-         Ven, mira. – le tapó los ojos y la guió hasta un impresionante dormitorio. - ¿Qué te parece?

Le destapó los ojos con delicadeza, y se quedó asombrada.

-         Pero, esto es magnífico, impresionante, ¿a qué se debe?

-         A que estamos en Navidad, se hacen cosas caritativas y se dan sorpresas, ¿no es así?

-         Sí, pero no imaginaba que fueras a hacer esto. De verdad, muchísimas gracias. – sus palabras muestran el reflejo de una sorpresa inesperada, y es que Elena no imaginaba que Eduardo pudiese hacer esa grandiosa obra de arte, pues, la habitación estaba totalmente pintada de rosa, tenía muchísimas líneas serpenteantes que seguían a unas mariposas moradas que volaban en busca de una gran y gigantesca foto de Elena, Eduardo y Manuela. Los tres salen sonriendo en la nieve, todos abrigados y sonrientes. La foto es de un viaje que hicieron las navidades pasadas a la montaña.

-         Verás la sorpresa que se va a llevar Manuela  cuando lo vea, se lo enseñamos para el día de los reyes, ¿no?

-         Sí, sí claro. Es que es precioso, ¿cuándo has hecho todo esto?

-         Cuando te marchabas a la universidad, después cuando estabas en casa no te dejaba entrar por eso. He pensado que esta será la sorpresa para Manuela para estas navidades.

-         Sí, seguro que le encanta.



Estuvieron, toda la tarde eligiendo, cada detalle de la nueva habitación de Manuela, y es que la pequeña está más tiempo en la casa de Eduardo que en la propia suya, por eso habían pensado en eso. Peluches, ropa nueva, juguetes, marcos para las fotos, todo era imprescindible. Y es que solo imaginando la sonrisa chispeante de alegría de aquel cielo rebosando luz, se les iluminaba a ellos mismos la cara.

Salían del centro comercial de la ciudad y empezaba a nevar, siempre la misma historia. No se atrevían a coger el coche, pero finalmente, así fue. No se veía nada por la carretera e iban con todo el cuidado posible para no tener ningún accidente. Pero, no todos llevaban el mismo cuidado.

-         ¡No!                                        


El coche dio una vuelta de ciento ochenta grados, y chocó con el badén hasta salir de la curva. Elena se dio un golpe fuerte en la cabeza y quedó inconsciente. Eduardo la miró preocupado y perdió el control del coche, resbalando por la nieve, se estrellaron en el suelo.

- Vamos, vamos. Daos prisa, hemos tardado mucho.

- Dani, trae las camillas. Luis, sácalos del coche y mira si están vivos.

La ambulancia llegó lo más rápido que pudo y se los llevaron al hospital. Llamaron a los familiares, y todos fueron a visitarlos. Los doctores pasaban corriendo y sin dar respuesta a ninguno de ellos, las enfermeras al igual, pasaban y sin decir nada seguían su camino.

Finalmente, una de ellas se les acercó y les informó de que Elena estaba en estado de coma, ya que el fuerte golpe que recibió en el accidente dejo incapacitada una parte de su cerebro, después solo tenía lesiones leves, lo contrario que su pareja. Y es que, Eduardo, tenía fracturadas una de las cervicales, una costilla y el brazo con el que llevaba el volante. Todos estaban dispuestos a esperar el tiempo que hiciese falta, solo querían estar en casa, juntos, en la chimenea cantando villancicos. Era Navidad, no es posible que en estas fechas ocurrieran tantas desgracias, se dan noticias buenas, alegres y que te hagan sonreír. Estaban que no daban crédito a lo que escuchaban.

Pasaron los días, Eduardo estaba mejorando, pero no se marchaba del hospital, le pidió a las enfermeras que lo dejasen en la misma habitación de Elena, no quería separarse de ella. Pensar que jamás estaría sin ella, que no podría disfrutar más de sus sonrisas, ni de sus despertares ni abrazos, tan solo todo eso le derrumbaba. 


Pasaron la nochebuena en el hospital, todos junto a Elena, la chica de la sonrisa perfecta y los ojos encantadores, verdes y brillantes  como los mismos luceros que alumbran la noche. Parecía mentira que todavía no despertase, que no se moviese ni pronunciara palabra alguna, no parecía real. Eduardo le pidió explicaciones al doctor, pero este no era capaz de decir más de lo que había informado. Solo se limitaba a constatar que se iba recuperando progresivamente, pero si todos no estaban con ella en esos momentos sería más difícil.

Y entonces, pasa. Llega un momento en el que algo te da la seguridad de que todo va a volver a su cauce, de que yendo por el camino correcto, uno puede volver a ser el de antes, y entonces, sigue luchando, hasta el final, pensando que todo puede guiarse por un sueño: la navidad hará de este sufrimiento una esperanza y de la esperanza, la ilusión y finalmente todo ello se hará realidad, porque sino esto no tendría sentido, no. Entonces, Eduardo, sigue hacia delante y el día menos esperado, se encuentra ante ella, los dos solos, contándole todo lo que tenía pensado hacer cuando estuviesen juntos, cuando ella estuviese a su lado, como la primera vez que estuvieron hablando, como la primera vez en la que vieron que estaban hechos el uno para el otro, como en esa primera vez, en la que se besaron y cuando él se apartó, ella despertó de ese maravilloso sueño.

- ¿Elena?, ¿Elena? ¡Elena! ¡OH, Dios! ¡Elena! Has despertado, ¿cómo estás?, enfermera, enfermera, avise al doctor, Elena ha despertado. – y con dos lágrimas en los ojos se fue hacia ella y la abrazó con el mayor de sus cuidados y con toda la felicidad del mundo, porque su querida estaba de vuelta. - ¿Estás bien? Te hemos estado visitando todo este tiempo, y no me he separado de ti jamás, te quiero.

- Hola, - dijo ella con voz tranquila y dormida. - ¿qué pasa? ¿Dónde estoy? Me duele la cabeza, - pronunciaba Elena con toda la tranquilidad que siempre le ha caracterizado y con toda la inseguridad e incertidumbre del mundo.

- Shh, no debería haberte hecho tantas preguntas, tranquila. Estás en el hospital, el doctor va a venir a hacerte la revisión, tranquila todo irá bien, te quiero.

- Vale, de acuerdo, pero después me explicas lo que está pasando. – incertidumbre, inseguridad, tranquilidad al mismo tiempo. Sí, es mi Elena. Ha vuelto, esta conmigo y se va a recuperar. Pensó Eduardo.

El doctor, pronto terminó su revisión, les informó que todo estaba en orden, que tendría que permanecer un poco más en el hospital, pero después podría macharse a casa y estar en reposo, hasta que se recupere del todo.

En ese tiempo recibió muchas visitas, todos estaban deseando saber como estaban y le regalaron muchas cosas nuevas para la casa y para ella. Manuela, estuvo con ella todos los días, cuidándola muchísimo, siempre a su disposición.  

Para Nochevieja, estaba muy feliz, pero no recuperada, todavía sufría pesadillas por las noches o se quedaba muchas veces en silencio, sin responder a nadie y otras llegaba incluso a desmayarse. Esa noche cenaron todos juntos, y aunque Elena no estuviese recuperada, estaba feliz y por eso todos lo estaban, también solo por ella. Cantaron villancicos, se disfrazaron y contaros anécdotas pasadas. Felices como siempre en un ámbito navideño. Cuando la noche terminó, Manuela quería dormir con Eduardo, pero como la sorpresa todavía no estaba terminada, tuvo que dormir con sus padres.

Por fin, el gran día. Seis de Enero, las cabalgatas por el pueblo repartían juguetes y caramelos para todos. Manuela gritaba y daba saltos de alegría, siempre con su sonrisa en esa boca radiante de paz y amor. Después de estar toda una tarde recogiendo todo lo que tiraban los reyes, llegaron a casa de Eduardo. Allí todos abrieron sus regalos. Cada uno sorprendido de todo lo que habían recibido. Manuela, también se sorprendió mucho, pero lo que más le inquietó fue no ver a Elena por ninguna parte. Entonces, Eduardo la guió hasta una habitación con unas letras muy divertidas en la puerta y cuando la abrió se sorprendió aún más. Se encontró a Elena esperándola con los brazos abiertos, con un regalito en la mano. Se fue directa hacia ella y la abrazó lo más fuerte que pudo, después abrió el regalito y vio que era un gran cofre de las princesitas, lo abrió y vio muchísimas fotos de todos ellos en el viaje a la nieve. Y por último se encontró con una ecografía, entonces preguntó lo que era esa foto tan oscura, y Elena le explicó ante todos, que esa era la primera foto del bebé que llevaba dentro, en la pancita. Y Manuela se puso muy contenta, porque ella deseaba que su hermanito y su tía tuvieran un hijo, porque ella iba a ser su hermanita mayor y lo cuidaría mucho. Eduardo, al escuchar esas palabras, se quedó aún más sorprendido, y corrió a abrazarla, iba a ser padre por primer vez y estaba deseando tenerlo en sus brazos, porque iban a formar una familia muy grande y unida, y sobretodo, feliz, muy feliz. Entonces, Eduardo se decidió y ante todos le pidió matrimonio a Elena, y esta asombrada, afirmó con toda seguridad del mundo. Todos felices, el sueño que tanto habían esperado, durante todas esas semanas en las que no se sentían a gusto con todo lo que les estaba pasando.

Al final, todos acabaron contentos, porque iban a formar una familia más grande y además, todos juntos y sanos. Ahí es donde se demuestra que las familias siempre han de estar unidas, y sobretodo en los malos momentos, porque lo más bonito que hay en esta vida es saber que estás rodeada de personas, que de verdad te quieren y te necesitan. Pasen unas felices fiestas y quiéranse muchos entre todos. 

Ángela Jiménez Solís (3º A)


CUENTO 2º
 
 NAVIDAD 
Era una noche oscura y nublada, apenas se veía la luna, pero todos estábamos felices porque era Noche Buena, toda la familia estaba sentada alrededor de la mesa comiendo el sabroso estofado de la abuela, ella decía:
-Es secreto de familia.

Todos estábamos contentos; sin embargo, mi padre estaba preocupado, éste año con la crisis no pudo comprar tan buenos regalos como otros años, yo pedí una consola y mi hermana una bici, pero tan solo pudo comprar unos Cds para mí, y una muñeca y un libro para mi hermana, yo no sabía nada, si lo hubiera sabido me hubiera enojado, a los 10 años se es muy egocéntrico.Pero lo que no sabíamos ni yo ni mi padre, es que eso no sería un problema.
Cuando todos acabamos de comer nos fuimos a la cama y nos acostamos esperando los regalos para el siguiente día, pero yo no pude soportar la emoción, a eso de las cinco me levante impaciente, pero vi algo que no me esperaba, una silueta se apresuraba a meter todo lo que encontraba en una bolsa de basura, yo creí que era Papá Noel y me alegré mucho de poderlo ver, así que sin pensarlo me acerqué a él, parecía mas escuálido que en las imágenes, su traje no era rojo y no llevaba de barba más que lo que queda después de dos días sin afeitarte; no me fijé en esos detalles sin importancia y fui a por él, le pegué un tirón de la chaqueta y le dije:
-¡Te pillé!
Él me miró con una mezcla de miedo y furia, pero cuando me vio se relajó un poco:
-Tranquilo... solo soy Papá Noel
-¡Lo sé!- respondí con entusiasmo
-Pues vete a la cama o no te dejaré nada- me respondió dulcemente
-Pero... te llevas las cosas en vez de dejarlas- le dije con mi inocencia infantil
-¿Dani? ¿Con quien hablas?- mi padre me llamaba desde arriba
-Oye, oye, te la dejo todo bajo el árbol ves- dijo asustado mientras dejaba cinco bolsas que contenían más de la que había intentado coger de mi casa.
-Pero espera...- le dije
-No, tengo mucha prisa- me dijo y se fue saltando por la azotea que dejábamos abierta.

Al día siguiente la familia entera no salía de su asombro, pero yo preferí no decir nada para que fuera aún más sorprendente.


Papá  Noel no tiene siempre la forma que nosotros pensamos, a veces es simplemente un familiar o alguien con quien nos cruzamos por la calle, lo importante es disfrutar de lo que nos ofrecen.




                    MANUEL JESÚS CÓRDOBA (4º ESO B) 

CUENTO 3º
 Parece difícil imaginar la Navidad sin color, pero más extraño aún es que sea imaginada de esta manera por una joven. 
He aquí un cuento con final desgraciado. Esto es lo que lo convierte en un relato original.
  ¡DISFRÚTENLO!
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EL SECRETO DE LA NOCHEBUENA
Cada noche notaba esa presencia alrededor de mi salón.  Entraba el aire desde una puerta hacía la otra y comenzaban a moverse las cortinas.
En esos momentos me entraba un gran escalofrío que no sabría como describir. Me quedaba quieta intentando ver qué ocurría, pero, tras varios minutos esperando, todo volvía a la normalidad.
Al principio trataba de esconderme y cerraba fuertemente los ojos asustada, hasta que un día encontré un libro que estaba guardado en un viejo cajón de mi estantería, se titulaba El secreto de la Nochebuena, sin dudarlo comencé a leerlo pero no entendía nada, pues estaba escrito en latín y no era un idioma que dominara demasiado. Así que consulté el gran diccionario de mi abuelo, pero no me ayudó lo suficiente.
Tras varios días de intentar traducir miles de palabras me di cuenta que aquel misterioso libro estaba dividido en dos partes de las cuales una estaba escrita en castellano.
Poco a poco iba descubriendo que aquel libro tenía algo que ver con la extraña presencia que se aparecía cada año en las noches buenas, y fue ahí cuando entendí que aquello podría ser algo parecido a un fantasma o algo fuera de lo normal así que me asusté mucho y dejé por finalizado el misterioso asunto.
Pasó un largo año demasiado sacrificado para una niña de tan solo 15 años, pues mi abuela enfermó y apenas tenía tiempo de ir al instituto así que abandoné los estudios y decidí cuidar de mi abuela.
Volvieron de nuevo aquellas Navidades y en especial aquel día de Nochebuena donde mi abuela murió.
Mi familia decidió no celebrar la Nochebuena y por ello me fui a dormir muy temprano. De pronto se abrieron las puertas y vi como las cortinas de mi cuarto se movían, una extraña criatura se desplazaba lentamente sobre mi espalda y un sudor frío me recorrió el cuerpo.
Miré hacia detrás y sobre el espejo se reflejó una pequeña niña de ojos azules y cabello negro, me miró asustada, sobre sus mejillas caían miles de lágrimas y con voz aguda me dijo que era la única que sabía el secreto de la Nochebuena y decidió contármelo, decía que había sufrido mucho en su vida, en especial cada navidad, donde tras la ventana de su cuarto veía como todos celebraban la navidad con árboles, adornos, grandes mesas llenas de comida, regalos y junto a toda su familia cantaban villancicos. Pero cuando miraba a su casa un gran silencio recorría cada pasillo de aquella casa parecida a una chabola, solo podía recordar a su padre encerrado en la cárcel y no podía evitar odiar la navidad, así que se suicidó y pidió un deseo, que cada Nochebuena una persona muriera para que poco a poco todo el mundo pudiera odiar la navidad como lo hacia ella.
Ahí fue cuando comprendí por qué mi abuela había muerto y con todo mi odio rompí aquel espejo donde se reflejaba aquella cara triste y sin ilusión de esa pequeña niña que nunca pudo saber lo que era una familia unida y reunida en un día de Nochebuena . 

CONCHI  MUÑOZ (4º ESO B)

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