Nuestros relatos siguen produciéndose. Nuestros alumnos siguen creando.
Hace días recibí en mi correo este cuento. Se trata de un "nuevo capítulo" de la novela cervantina Rinconete y Cortadillo.
La hemos trabajado en casa y en clase. Entre las actividades, que se han realizado, había un Taller de escritura que proponía redactar una posible aventura de estos dos pícaros.
Ángela Jiménez ha escrito el siguiente.
HACIA UN
NUEVO DESTINO
Rinconete se
encontraba en la Torre del Oro, esperaba impaciente a Cortado, este fue a por
unas telas y algo de comida para el camino, pero se retrasaba.
A lo lejos vio
llegar a un chico muy apurado corriendo, huyendo de alguien. Reconoció a su amigo y fue inmediatamente a ayudarle.
Este solo le dijo que cogiera las telas y que no las perdiera, que corriera
todo lo que pudiese, después le daría las explicaciones. Rinconete hizo
exactamente lo que Cortado le pidió y los dos se escondieron en unos barriles
de aceitunas que había en el muelle. Cuando sintieron que los ladrones habían
marchado para buscarlos en otro lugar, intentaron salir de los barriles, cosa
que fue imposible porque encima de ellos se encontraba un gran baúl con monedas
de oro en su interior.
Dejaron que
el tiempo pasara para ver si retiraban el gran estorbo que habían colocado
encima de ellos. Los chicos empapados de aquel pringoso líquido aprovecharon
para picar un poco del delicioso alimento del que estaban rodeados. A Rinconete
le dio la curiosidad y preguntó a Cortado por qué lo perseguían aquellos
ladrones. Este le respondió que había violado la ley de Monipodio, pues había
robado a una de sus prostitutas y a la vieja Pipota, cosa que el jefe de la
banda no iba a consentir. Por lo que pidió al Repolido y Chiquiznaque que lo
capturaran para darle una buena paliza, al igual que a Rinconete, aunque
no tuviera nada que ver en los terribles errores que cometía su amigo.
Este último
pensó que lo mejor sería marchar de Sevilla para que no fueran cogidos por la
banda de Monipodio, pues si así fuese estarían en un gran apuro. Sintieron que
alguien los estaba trasladando de sitio, con el baúl encima, por lo que
tendrían que ser dos fuertes personas para sostener tan elevado peso. Cuando
tocaron suelo y no notaron el baúl
encima de sus cabezas, decidieron abrir los barriles a la vez. Al hacerlo se
encontraron en un barco lleno de
tripulantes sirviendo a uno de los hombres más ricos de Sevilla. Los
llevaron ante él y no tuvo más remedio que dejarlos en el barco por no
tirarlos por la borda, pues ya habían zarpado. Los encerraron en las mazmorras
del barco y no le dieron comida más que un trozo de pan y un vaso de agua al
día. Pero no todo
estaba perdido, pues los muchachos tenían sus trucos, y uno de esos días
mientras uno de los tripulantes pasaba por ahí, Rinconete, siempre acompañado
de sus naipes, tuvo la idea de invitarlo a jugar una partidita. Este, inocente
del conocimiento que tenían ellos, se jugó el abrirles las mazmorras para que
ellos pudiesen salir de allí a que si ellos perdían serían tirados por la borda
del barco para nunca volver. Evidentemente fueron los pequeños truhanes quienes
ganaron la partida. El hombre, que se quedó fascinado, no quería ni pensar en
abrirles para ellos poder escapar. Y
como por las buenas no fue la cosa, Cortado le dio un gran golpe en la
cabeza y cogieron las llaves ellos mismos. Escaparon por la noche en uno de los
botes con provisiones para una semana. El viejo quedó encerrado en las
mazmorras sin ropa, pequeña broma de Cortado por no querer abrirles.
Después de la
escapada estuvieron más de diez días navegando sin sentido por el mar. Y en uno
de ellos, en los que ya habían perdido hasta la esperanza de avistar tierra,
notaron la presencia de que algo que no era agua y tenía una textura sólida
estaba rozando sus manos.
Al percatarse de ello se despertaron y vieron que habían llegado a una playa que no parecía estar habitada por nadie. No creían lo que veían sus ojos, pero era cierto por fin estaban en tierra. Se dispusieron a recorrer la playa hacia una dirección u otra, con el fin de encontrar a alguien que los pudiera ayudar. Entonces vieron como a lo lejos una joven muchacha de piel morena con una larga y rizada melena suelta estaba recolectando frutos de un árbol tropical. Se acercaron a ella silenciosamente, por lo que la muchacha al verlos se quedó sorprendida de aquellos individuos que nunca había visto. Ellos intentaron hablar con la chica y consiguieron que se tranquilizara, después de un buen rato hablando a través de señas y vocalizando exageradamente. La muchacha de origen indígena, los guió a su tribu. Los presentó como unos seres extraños que no conocía, pero no querían nada malo para ellos. El jefe de la tribu los reconoció, pues había viajado mucho fuera de la zona de su gente y había visto a muchas personas que hablaban igual y vestían de forma semejante a los muchachos. Fueron aceptados y estuvieron unos días por aquellas tierras. Trataron de ser simpáticos con todos ellos.
Al percatarse de ello se despertaron y vieron que habían llegado a una playa que no parecía estar habitada por nadie. No creían lo que veían sus ojos, pero era cierto por fin estaban en tierra. Se dispusieron a recorrer la playa hacia una dirección u otra, con el fin de encontrar a alguien que los pudiera ayudar. Entonces vieron como a lo lejos una joven muchacha de piel morena con una larga y rizada melena suelta estaba recolectando frutos de un árbol tropical. Se acercaron a ella silenciosamente, por lo que la muchacha al verlos se quedó sorprendida de aquellos individuos que nunca había visto. Ellos intentaron hablar con la chica y consiguieron que se tranquilizara, después de un buen rato hablando a través de señas y vocalizando exageradamente. La muchacha de origen indígena, los guió a su tribu. Los presentó como unos seres extraños que no conocía, pero no querían nada malo para ellos. El jefe de la tribu los reconoció, pues había viajado mucho fuera de la zona de su gente y había visto a muchas personas que hablaban igual y vestían de forma semejante a los muchachos. Fueron aceptados y estuvieron unos días por aquellas tierras. Trataron de ser simpáticos con todos ellos.
Al jefe le
cayeron muy bien, pues se ayudaron mutuamente. Ellos les enseñaban nuevas
técnicas de cultivo y de caza y los indígenas le daban cobijo y comida. Se
hicieron muy amigos de la muchacha que los guió hacia allí, se llamaba Shantal y
de su hermana Indiana. Al parecer el tiempo permanecido allí les hizo ver lo
bello de aquellas personas, y se quedaron para gusto de las chicas y de su
padre, el jefe de la tribu. Todos estuvieron de acuerdo con ellos y decidieron
que sería lo mejor, pues allí formarían sus familias con las bellas muchachas y
seguirían enseñando a aquellas personas nuevas técnicas para seguir avanzando y
ellos aprenderían las costumbres tan hermosas de la tribu.
Ángela Jiménez (3º A)
Ángela Jiménez (3º A)
Sigo incondicionalmente los escritos de Ángela que hace tiempo que sé que se dedicará a tareas relacionada con la literatura.
ResponderEliminarBesos Angela y para la profe tambien.
Antonio A.
Muchas gracias por estos comentarios. Sé que much@s te quieren. Seguro que fuiste un buen referente.
EliminarMuchas gracias Antonio, yo tambien lo espero. Besos
ResponderEliminarAngela Jimenez