lunes, 5 de marzo de 2012

Ser andaluz

Volvemos con un nuevo relato. 
En este caso es el que ha hecho una alumna de 3º con motivo del Día de Andalucía.
Con él nos recuerda que fuímos también un pueblo emigrante.
Las circunstancias hicieron que en otras épocas muchos hombres y mujeres de nuestra tierra tuvieran que marchar lejos, buscando una vida mejor. Sin embargo, luego se convirtió en destino de otros y los acogimos, los aceptamos, los ayudamos. Hoy han cambiado las cosas y, de nuevo, han llegado los problemas económicos, laborales,...y con ellos empiezan a verse roces, enfrentamientos,...entre los diferentes sectores sociales.
Tomemos como ejemplo el relato de esta joven autora y recordemos nuestro carácter emprendedor y tolerante. ¡No cambiemos!

ANDALUCÍA TAMBIÉN FUE EMIGRANTE 
Era una tarde tranquila cuando ellos se encontraron en el puerto. El mayor lloraba tímidamente y daba la sensación de que recordaba momentos duros. El otro, por su parte, estaba serio; pero miraba a su compañero con expresión tranquilizadora. Mientras dejaban su vida como ladrones, observaban cómo los fuertes marineros cargaban los barcos de provisiones para el viaje. Como bien sabían, sería largo. Sin mirar atrás se colaron en uno de ellos que iba a Barcelona. No les costó demasiado burlar los ojos de los vigilantes, puesto que tenían mucha experiencia.
Ya estaban dentro e inspeccionaban la bodega con admiración. Encontraron un buen lugar tras la cocina, y allí, se escondieron.
Esa noche no durmieron demasiado bien y tenían los nervios a flor de piel. Finalmente cayeron rendidos ante el sueño que los perturbaba. A la mañana siguiente se levantaron con la primera luz del alba y el pequeño de los muchachos se coló en la cocina para robar unas piezas de fruta para el desayuno. No sé si fue casualidad o el destino, pero en aquel momento el cocinero jefe entró en la pequeña habitación, al hombre se le sobresaltó el corazón y de inmediato pretendió avisar a la seguridad del barco, pero los jóvenes consiguieron apaciguar su nerviosismo. Estos le contaron su historia, y el cocinero se quedó muy sorprendido al conocer la procedencia tan triste de unos muchachos de apenas 15 años. Conmovido y llevado por su conciencia, decidió ocultarlos y encargarse de ellos hasta llegar a Barcelona. Fueron días desesperantes al no poder tomar aire libre, pero, en definitiva, ya estaban allí. Desembarcaron desde la bodega, tal y como habían entrado, haciéndose pasar por marineros. Al pisar el puerto, lo primero que vieron fue a dos preciosas jóvenes que paseaban junto al muelle. No tenían cosa mejor para hacer, por lo que se dirigieron a ellas. Estas parecían molestas por la presencia de esos muchachos en harapos, que sólo querían hablar con ellas. Con mucha insistencia consiguieron que las jovencitas les prestaran atención y, al parecer, les gustó que ellos le hicieran compañía. Durante algún tiempo siguieron viéndose, y lo que en un principio sólo era amistad acabó siendo un bonito amor.
Estaban paseando un día, como de costumbre, y los jóvenes se arrodillaron ante ellas pidiéndoles sus manos en matrimonio.
Estas aceptaron y se casaron a escondidas de su padre quien puso el grito en el cielo cuando se enteró de la noticia. Al conocerlos mejor, se dio cuenta de que serían unos buenos maridos para sus hijas y empezó a tratarlos como tales. Fue entonces cuando los muchachos consiguieron una familia, y vivir como se merecían, con tan sólo alguna que otra preocupación sin importancia. Al cabo de los años, el viejo que dirigía la cofradía a la que pertenecían, se enteró de cómo habían cambiado sus pequeños ladronzuelos y les mandó una carta reclamando dinero por los servicios prestados. Fue tanta la indignación por parte de ellos que ni siquiera se molestaron en contestarle. El viejo se quedó solo ya que los demás huérfanos que estaban bajo su mando partieron buscando una mejor vida siguiendo el ejemplo de sus compañeros. 
¡Muchos la consiguieron! 

Mª José García (3º A)

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